Investigadores y performers de la Escuela de Antropología de la UNR rompen con la racionalidad biomédica y estudian al cuerpo humano como generador de sentido, en constante movimiento y cruzado por historia, género, raza y clase social.
El Área de Antropología del Cuerpo de la Facultad de Humanidades y Artes se conformó en el año 1997 como una espacio para analizar desde la antropología las prácticas artísticas, estéticas y los ritos como producciones identitarias y subjetivas. Una de sus características es que las prácticas académicas del área no se limitan al análisis de las problemáticas sino que se vivencian a través de performances que son parte del proceso de generación de conocimiento. Se trata de un ámbito multidisciplinario que convoca antropólogos, comunicadores sociales, artistas, realizadores y todo aquel que busque reflexionar en torno de la corporalidad.
Manuela Rodríguez, investigadora y docente del área, explica el concepto de corporalidad como “una categoría que pone en discusión la concepción biomédica del cuerpo, salir de la idea de un cuerpo objeto, la corporalidad es el cuerpo con historia, en relación con su entorno”.
La mirada dualista que disocia el cuerpo “objeto” del “ser”, representado como el pensamiento, la razón o el alma que controla la materia, es la concepción hegemónica de la persona dentro del racionalismo y marca fuertemente la forma en que es concebido el individuo tanto para las ciencias biológicas como para las ciencias sociales.
Hegemónicos y disidentes
La antropología del cuerpo pone al descubierto y cuestiona los patrones hegemónicos de las corporalidades, de lo que es correcto y lo que no lo es, tanto en el arte, como en la educación, la belleza, el deporte e incluso en la salud. Malena Oneglia, otra de las integrantes de área, sostiene que existen cuerpos que no entran en los cánones hegemónicos, y se convierten en disidentes, como pueden ser los transgénero o los gordos.
Los parámetros de lo que es permitido o no va cambiando con el tiempo, y es diferente entre las distintas clases sociales y grupos étnicos, pero en todos los casos existe un modelo normativo que establece lo que está bien o mal y está muy inserto en cada sociedad.
En los últimos años, el movimiento feminista, entre otros colectivos, busca romper con los modelos normativos y construir identidades diferentes. Las docentes consideran que si bien se ha avanzado mucho en la discusión social de estos temas, el modelo normativo sigue muy anclado en el sentido común.
“Uno de los riesgos que trae la masividad de ciertos temas es la absorción de los mismos por el sistema, que se vuelvan banales, que los nuevos modelos se incorporen a la publicidad o sean tratados de manera superficial en los medios de comunicación. Puede suceder que se deje de lado el conflicto y que la problemática se convierta en una moda”, analiza María Laura Corvalán, miembro del equipo de Antropología del Cuerpo, docente y comunicadora social.
Manuela Rodríguez considera que desde el posmodernismo se fue constituyendo una industria vinculada a la exacerbación de la corporalidad individualista, con las terapias new age y de autoayuda, que son parte del liberalismo y su concepción de individuo: “Se trata de un culto a la corporalidad propia e individual. El sistema hace un mercado con esos movimientos y los convierte en un placebo con el cual crees estar resistiendo al sistema y sin embargo estás siendo absorbido por un circuito comercial que además tiende a ser clasista”.
La investigadora resalta la importancia académica para poder reflexionar y accionar sobre los problemas que la sociedad pone en evidencia. Cuando el movimiento feminista pone en cuestionamiento el lugar que tiene el cuerpo de la mujer en el imaginario social, es relevante que la academia pueda incorporarlo y profundizar sobre el mismo. En este sentido, el estudio de las corporalidades fue adquiriendo mayor importancia en los últimos 20 años; las mesas y paneles sobre antropología del cuerpo van teniendo más presencia en los congresos y encuentros que se desarrollan a nivel nacional e internacional sobre la disciplina.
El cuerpo en la escuela
Las docentes consideran que la educación es uno de los espacios donde se hace más evidente esta concepción del cuerpo separado de la mente. La escuela tradicional supone un niño pasivo que recibe conocimiento e incluso en las clases de educación física el movimiento es reglado y tiene como objetivo la competencia. “Con esta concepción del proceso educativo quedan fuera muchas formas de producción de conocimiento que son riquísimas en cuanto a sus posibilidades y ni siquiera están tomadas en cuenta”, destaca María Laura Corvalán.
Las investigadoras reconocen que existe una tendencia incipiente de incorporar otras formas de concebir el cuerpo en el proceso educativo, pero estas prácticas suelen ser muy resistidas por una parte importante de la comunidad escolar. En este sentido, resaltan el trabajo realizado con el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, donde se implementó una cátedra de “Movimiento y Cuerpo” dirigida a estudiantes de magisterio.
Las docentes señalan que todo el sistema está cruzado por la lógica del cuerpo objeto, que se apoya en una concepción fragmentada del tiempo y el movimiento y establece una determinada manera de concebir el cuerpo, el género y el deseo. Para el equipo de la Facultad de Humanidades de la UNR es esencial que los cambios de paradigma no sean individuales sino que se den en el marco de la educación oficial, que existan políticas de Estado que pongan en cuestionamiento estas problemáticas que afectan múltiples espacios de la vida de las personas.